KYRIE ELEISON

     

eucaristía

   

 

      E

capítulo 19

LA SANTIDAD Y EL PECADO


anterior - índice - siguiente

             
  Cuando las ideas mundanas se aferran a mi mente, yo debo aferrarme a la idea de Dios: Esto es la ley.
La ley hace presente el pecado y la culpa.
Es la lucha entre las ideas. Unas se excluyen a otras, y debe prevalecer la más fuerte. Así, en unos hombres prevalece la idea de Dios, en otros prevalecen las ideas mundanas.

Pero el Reino de los Cielos no es de aquél que ha conseguido que prevalezca la idea de Dios dentro de sí, sino de aquél que ha conseguido disolver toda lucha, toda rivalidad entre las ideas.

Si lo sólido de las ideas mundanas ha sido disuelto por su paso por la Nada, entonces tampoco es necesario aferrarse a la idea de Dios, porque ya se está asido a Dios mismo:
Ninguna idea prevalece en mí, porque ya todo mi ser es Dios mismo.

En las montañas, las rocas se apilan unas sobre otras. Pero en el viento nada está apilado, nada prevalece sino que todo fluye. El viento penetra en las grietas y lo abraza todo con sencillez: nada es ajeno al viento.

Cuando el hombre construye su mente como una montaña en la que Dios es una roca que está en la cima, el día menos pensado esa roca puede rodar ladera abajo.
Pero el viento es acomodaticio, toma la forma de las cosas sin rivalizar con ellas.