KYRIE ELEISON

     

eucaristía

   

 

      E

capítulo 21

LAS INSTITUCIONES


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  Que nadie llame santo a otro hombre, pues santo sólo es Dios.
¿Por qué os empeñáis en seguir estableciendo categorías entre los hombres? ¿Qué necesidad tenéis de gloriaros unos en otros?

Ese hombre, esclavo del pecado, que cae y se levanta, que sigue luchando a pesar de que el pecado le subyuga, ése es más grande ante Dios que aquél otro que parece haberse desembarazado de toda esclavitud y que flota en una nube de piedad.
Porque el que luchó y sufrió la injusticia recibirá su pago en el Cielo, pero que que ya dejó de luchar por haber alcanzado la ingravidez, a ése, Dios no habrá de compensarle por ninguna injusticia: ya obtuvo su compensación en el mundo.

Santos, beatos: títulos nobiliarios, jerarquías inútiles, intentos de instalar en el mundo la gloria de Dios.
Toda gloria que un hombre alcance en el mundo, aunque sea por motivos espirituales, es gloria que Dios no le va a dar, pues ya recibió aquí su pago.

¡Ay de aquéllos de los que todo el mundo hable bien!
Cristo vino a levantar la espada y a encender el fuego.
Vino a declarar la guerra con palabras de Paz. Más aquella palabra de paz que no provoque rechazo en el mundo, ésa no viene el Cielo, porque lo que viene del Cielo jamás podrá ser aceptado en el mundo. Y, si es aceptado, es que no viene del Cielo.

Y donde primero se tiene que encender el fuego es dentro de las iglesias: allí es donde primeramente hay que levantar la espada. Para que el trigo y la cizaña se separen, para que los tibios de corazón se dispersen, para que la Luz divina no se debilite y se apague difuminada en todos aquéllos que sólo están dentro para obtener beneficios: Ésos que sólo cuando han recibido cien, entonces están dispuestos a devolver uno.