KYRIE ELEISON

     

eucaristía

   

 

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capítulo 27

EL REINO DE LOS CIELOS


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  El que pertenece al Reino, ata y desata con el beneplácito de Dios.
La providencia divina no es un determinismo impositivo bajado del Cielo, sino que viene concretada y determinada por la propia voluntad de los hijos del Reino.

No es necesario estar cerca de Dios para tener fe. Hombres del mundo, con una fe inquebrantable en sus proyectos, mueven montañas. Por eso no todo lo que ocurre es expresión de la voluntad divina, pero la fe de los hijos del Reino conforma una realidad que prevalecerá contra cualquier otra fe que se le oponga.

Pero el hijo del Reino no actúa ni decide desde fuera, sino desde dentro. No tiene criterios, no tiene sabiduría, no tiene nada: sólo se apoya en Dios.
Decir que un hijo del Reino ata y desata, o decir que es Dios mismo quien lo hace, es decir la misma cosa.

Yo no tengo sabiduría porque no me identifico ni me apoyo en mi saber. Yo sé cosas solamente cuando las digo, y dejo de saberlas inmediatamente después de haberlas dicho. Esto es ser como el viento.
¿Y si se me olvida lo que hoy he dicho y mañana digo una cosa diferente y contradictoria? Lo que diga hoy, hoy debe morir. La realidad se renueva y cambia en la toma de conciencia de la propia realidad. Si estoy con Dios hablaré de la realidad presente en mí en el momento en el que hablo, no de una realidad estática ajena a mí, y por eso siempre estaré en la Verdad. Esto es ser como el viento.

¿Cuántas contradicciones no hay en las Palabras de Cristo reflejadas en los evangelios? Sin embargo Él dice: "El Cielo y la tierra pasarán, pero mis Palabras no pasarán", y dice la Verdad, pero la Verdad de Dios, no las verdades duras y estáticas de la tierra.

Aprendamos de los niños: ellos son capaces de renovar por completo su saber en un instante, pero los hombres adultos prefieren aferrarse a ideas sólidas y consistentes: así no pueden entrar en el Reino de los Cielos.