KYRIE ELEISON

     

eucaristía

   

 

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capítulo 28

EL REINO DE LOS CIELOS


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  Solamente Jesucristo puede disolver lo duro y estático de nosotros e impulsarnos en dirección al Reino. Lo hace con muchos que ni siquiera le conocen, ¡cuánto más no lo hará con nosotros, que invocamos su Nombre!

Patriarcas, santos, profetas, jerarcas: Un olimpo de dioses no menos lamentable que el de los antiguos paganos.
Sólo Jesucristo puede conducir al Reino al hombre que le invoca. ¿Y cómo lo hace?, ¿susurrándole al oído instrucciones y normas de conducta para que lo consiga? No, lo hace encarnándose en ese hombre. 

Esto son mucho más que palabras. Porque invocar a un Jesucristo que sentimos fuera es prohibirle que se encarne en nosotros. Es como decirle: "Dime como debo hacerlo, pero luego déjame a mí solo." O incluso: "Hazlo en mí, pero déjame seguir siendo yo."
Luego vemos hombres religiosos, piadosos, que dan vueltas y vueltas dentro de las instituciones buscando toda la vida sin obtener fruto.

Una vez más lo digo: La institución es un medio, no un fin. No hay instituciones verdaderas, sólo hay instituciones eficaces. No por pertenecer a una determinada iglesia se está en la Verdad.
Mas el día en el que todos los cristianos del mundo se reconozcan explícitamente como hermanos de una misma familia y pongan como referencia de unión el Reino de los Cielos presente en la tierra, entonces quizá la Iglesia llegue a ser una expresión física del Reino con valor por sí mismo.
Porque entonces el valor lo obtiene por lo que es, no por lo que ostenta.