KYRIE ELEISON

     

eucaristía

   

 

      E

capítulo 34

EL MENSAJE


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  En el mundo, la fe siempre está desvirtuada por la obstinación.
Los hombres quieren hacer prevalecer sus afirmaciones apuntalándolas con argumentos, con razones irrefutables.
La razón pertenece el mundo, y todo lo del mundo es caduco, se corrompe y se debilita hasta ceder.

Si la convicción no está apuntalada por nada mundano, no puede ser derrotada por el mundo.
Mientras el hombre no alcance la Nada, no es capaz de discernir entre la convicción profunda sostenida por Dios, y aquella otra que depende de sus estructuras mentales: Montañas de ideas que hoy pueden elevarse por encima de todas las demás, y mañana ya estarán deshechas.

Cuando la fe procede el Cielo, no es impositiva, y no le importa dejarse matar, porque, al no ser del mundo, esta muerte no la debilita, sino que la fortalece haciéndola prevalecer para siempre: se opone a ella hasta el extremo sin poderla destruir, dándole así la existencia más plena posible.

Si yo no me dejo matar por el mundo, nada de lo que yo haga prevalecer en base a la resistencia obstinada, dará fruto verdadero. El componente racional mundano terminará por hacerlo sucumbir.
Pero si yo me dejo matar por el mundo sin resistirme a ello, habré limpiado mis afirmaciones de todo componente mundano, y sólo quedará la fe auténtica que tiene un único apoyo: Dios.

Yo no me puedo dejar matar por el mundo si soy del mundo. Si el objeto de mi amor está en el mundo, puedo luchar por la Verdad en una obstinación heroica, pero jamás conseguiré hacerla prevalecer, porque mis frutos no permanecerán.