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18/12/2007

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la mirada

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La identidad de una persona no se define según el lugar en donde ella esté sino según el lugar al cual mire. La mirada es como una flecha, el impulso interior es como el arco. Y se abren caminos entre la maleza, se tienden puentes entre los montes. Desde cualquier lugar hasta cualquier otro siempre habrá algún soporte sobre el cual trazar el sendero.

Los que observan, aceptan las circunstancias y se atienen a ellas, ésos son sus esclavos. Se afanan por cambiarlas y mejorarlas, y sin embargo siempre están en el mismo sitio. Detrás de un muro hay una alambrada, detrás de la alambrada hay un foso, detrás del foso un abismo, detrás del abismo un mar que se pierde en el horizonte inalcanzable.

Los que observan y aceptan las circunstancias, pero no se atienen a ellas, ésos son los dueños de las circunstancias: Lanzan su mirada y abren senderos. En algún lugar del muro había una grieta por la cual pasar, bajo la alambrada había un pasadizo que nadie conocía, en el lugar menos sospechado alguien había tendido un puente sobre el foso.

Se lanzan al abismo, el mar los recoge y los lleva hasta el horizonte. Porque el abismo es un peligro para el que tiene miedo, pero es camino sin obstáculos para los que viven en la fe. El mar se traga a los melindrosos, pero es complaciente con los que se dejan mecer por él. La mirada de la fe es como una flecha, que surca el viento sin caer a tierra.

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