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Hay que hablar en imágenes, hay que contar historias sin demasiado sentido, porque hay una lección que los seres humanos tienen que aprender por sí mismos. Si se les advierte tal vez comprendan, y, si comprenden, entonces verán llegar determinadas experiencias y quizá sepan esquivarlas. Entonces el mal se hará fuerte en ellos y estarán perdidos.
¿Qué sucedió con los antiguos doctores de Israel? Que de tanto estudiar las escrituras y las profecías sobre el Mesías, cuando Jesucristo llegó no supieron reconocerlo. O, lo que es aun peor, lo reconocieron, pero consideraron que no era oportuna ni su llegada ni su mensaje, así que lo mejor era eliminarlo, desaparecerlo y continuar con la vieja ley.
¿Qué sucede con muchas de las iglesias actuales? Que tanto han escrutado y estudiado los evangelios, tanto han reflexionado sobre las palabras de Jesús, que ya no conocen al verdadero Cristo. O lo que es aun peor, lo conocen, pero creen que pueden conducir las cosas mejor que él, porque Jesús era demasiado fantasioso, le faltaba sentido práctico.
El mundo está comido por la materia, por la razón, por los instintos, y verdaderamente es un lodazal donde la gente se revuelca sin otro ideal que disfrutar y retrasar la muerte todo lo posible. Sin embargo no es ahí donde está el Mal. El Mal está donde se escrutan y se estudian las escrituras, donde se supone que se conserva la Verdad. Ahí está el Mal.
Por eso dijo Jesús: “hablo en parábolas, no sea que oigan, comprendan y se conviertan.” Las religiones no son una promesa de futuro. En el lodazal del mundo hay una esperanza, pero, en las iglesias, la única esperanza son los laicos, cuando se den cuenta de que Dios está mucho más cerca de ellos que de los jerarcas a los que ellos obedecen.
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