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El Dios que escucha con Amor las oraciones elevadas desde el corazón y lleva a la realidad los anhelos de los hombres. La Justicia que aplasta al tirano y enaltece al humilde. El éxito de toda empresa noble sobre cualquier estratagema malintencionada. El poder de la honestidad sobre la hipocresía, de la sencillez sobre la elucubración.
En definitiva: El triunfo de la Vida sobre la muerte.
Todas estas afirmaciones son imágenes de los deseos más profundos del ser humano cuando se ha desposeído de todos los condicionantes acumulados por la cultura o por la propia experiencia. Y estas afirmaciones no son realidad sólo por una razón: Porque el propio ser humano piensa que tales cosas no serían posibles. La falta de fe es la razón principal de que el hombre no sea hombre en su plenitud.
Todos los libros de espiritualidad verdadera lo único que vienen a decir es que las aspiraciones más profundas del ser humano tienen una respuesta, que no es una equivocación el anhelo por la verdadera Justicia, por el verdadero Amor, por la Vida que no acaba. En el Padre reposan todas las cosas, pero en el Cristo todo se desplaza, porque en Él está la Justicia, y, por lo tanto, el Camino a la Vida plena y eterna.
Mezclar las respuestas divinas a las preguntas espontáneas del corazón del hombre con informaciones deformadas e incluso artificiosas es hacer que lo creíble se haga increíble. No es posible hacer creer que un dios que es Amor hable a través de un libro y luego se esconda en el silencio. No es posible hacer creer que el Dios-Amor sea cómplice de ninguna asociación que se llame a sí misma “única iglesia verdadera”.
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