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15/06/2006

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la Biblia

texto 4

Los viejos vivos son estimables porque arrastran la experiencia de muchos años y la traen iluminando el presente con la enseñanza del pasado. Pero los viejos muertos no son tan estimables, porque es posible conocer sus pensamientos, pero a ellos no les es posible conocer los pensamientos de los vivos. Su experiencia se ha congelado.
Y precisamente por eso, los hombres prefieren a los muertos que a los vivos, porque no quieren que se les diga la Verdad, sino escuchar lo que les conviene sin que nadie les corrija. Los muertos ya no pueden mirar; es posible robarles y tergiversar sus palabras sin temor a que ellos se vuelvan contra los ladrones. Pero a los vivos no.

Un profeta muerto es una joya para los cobardes, porque ya no puede replicar, ni contradecir ni defenderse de las interpretaciones interesadas de los que le conocen a través de sus escritos. Pero un profeta vivo, eso sí que es peligroso.
La presencia del Cristo no era más destacada en las primeras comunidades cristianas que en las actuales, ni los primeros apóstoles estaban más llenos del Espíritu que los verdaderos apóstoles actuales. Pero los primeros apóstoles ya son inofensivos porque han sido domesticados por la teología y por la tradición, que es la traidora más astuta de todo el cristianismo.

Entre la parábola de los talentos de Jesucristo y las reflexiones de San Pablo sobre la salvación por la fe y no por las obras, muchos cristianos prefieren a San Pablo. Dejan a un lado al Maestro y se quedan con el aprendiz. Porque les resulta más cómodo dejarse salvar por una fe muerta que poner todo el impulso vital del ser al servicio de la causa de Cristo. Y la causa del Cristo es la causa de los que tienen hambre y sed, de los que están desnudos y encarcelados, de los que sufren injusticias, de los perseguidos y de los que luchan por la paz. ¿Quién ha sido dispensado? ¡Ay de aquellos egoístas, de amor aterciopelado, de los que todo el mundo habla bien porque no toman partido por nada!

San Pablo ya no puede corregir con sus palabras pero, si Dios le trajera a este tiempo, sacaría a muchos gandules de su poltrona y les hablaría de que la fe no es un conjunto de ideas en las que el hombre se recrea mientras espera una vida eterna, sino que la fe es impulso, es acción, es la que lleva a Abraham a salir de su tierra y a Moisés a cruzar un desierto con su pueblo. Es la que lleva al hombre y a la mujer a renunciar a su vida y a entregarla para la construcción del Reino instaurado por el Cristo.
Pero si San Pablo ya no puede corregir, el Cristo sí que puede. Nadie denuncia a nadie. Hay palabras cuyo dueño no es de este mundo. Que cada cual se denuncie a sí mismo.

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15/06/2006

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