inicio

temas Palabra salmos de oriente ecumenismo advertencias

TEMAS

anterior

19/09/2006

siguiente

la Biblia

texto 6

El hombre que abre su espíritu a Dios y se llena de su Espíritu, alcanza a ver la Luz del Origen. Esa Luz no tiene diferentes tonos, ni colores ni sombras, sino que resplandece en la perfecta unidad. Por eso, el hombre que abre a Dios su espíritu escucha de Él una única Palabra, que siempre es la misma, y que no se puede expresar por medio de ningún lenguaje humano, porque no cabe dentro de él.

Es a través de la limitación humana que la Palabra divina se puede articular y comunicarse. No porque Dios diga muchas cosas, sino porque el hombre, al estar limitado por sus circunstancias, la expresa de manera diferente. El que está satisfecho y escucha a Dios, dirá unas cosas, y el que se siente oprimido dirá otras, pero Dios, tanto a uno como a otro, le está diciendo exactamente lo mismo.

Los que recopilan en libros sagrados lo que ellos llaman “Palabra de Dios”, y luego pretenden hacer un compendio de toda la “revelación divina”, ésos podrán alcanzar mucha erudición, pero seguirán sin conocer la verdadera y única Palabra divina. Extraviados en interpretaciones, e intentando darle coherencia a un conjunto de ideas humanas muy dispares, se alejan cada vez más del verdadero conocimiento de Dios.

Cuando los libros han sido canonizados y obtienen el sello de infalibles, entonces el Dios que habló desde el principio es desplazado y se construye otro dios que no ilumina mediante el Espíritu, sino que da información mediante palabras humanas, que se traducen en leyes, dogmas, y descripciones de la realidad espiritual, en las que el ser humano cree poder conocer desde la razón lo que está fuera de ella.

El único Libro sagrado infalible es el interior de aquél cuyo espíritu esté abierto a la Luz. Las palabras que el ser humano pueda utilizar para comunicar sus experiencias espirituales con los demás, no son sino una aproximación limitada por las circunstancias del que habla, pero nunca deberán ser consideradas ni eternas ni infalibles, sino sólo sugerencias que le pueden permitir a otros ir a buscar en su interior la Luz original.

Aún los profetas consagrados por su sabiduría, ellos también utilizaron el lenguaje humano, que es del mundo, y que es imperfecto, pues no siempre las mismas palabras representan exactamente las mismas imágenes: Jamás podrán expresar nada que sea absoluto, sino sólo habrán de ser consideradas en la medida en la que despierten una inquietud interior que impulse a la búsqueda personal del Origen que las generó.

Jesucristo no escribió nada, porque Él era la Palabra. Hablaba con palabras humanas, pero la verdadera Palabra no estaba en su lenguaje, sino que la Palabra era Él mismo: “La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros.” Los que recopilan las palabras de Jesús para construir una doctrina ortodoxa toman de Jesús lo Él dejó marchar y dejan a un lado lo que Él vino a traer: El Espíritu de la Verdad, el Paráclito.

Como dos cuerdas tensadas que resuenan, así también el interior del hombre que busca a Dios resuena con las palabras de Jesús y de los profetas, pero no habrá pleno conocimiento hasta que el hombre no sea capaz de dejar a un lado libros sagrados y doctrinas, y sea capaz de escuchar, por sí mismo, al Espíritu de la Verdad, Luz original, que siempre dice la misma Verdad, pero que siempre es totalmente nueva.

anterior

19/09/2006

siguiente