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08/03/2007

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la Biblia

texto 10

Un hombre levanta la mirada y observa una nube. Si la analiza con detenimiento puede llegar a descubrir en ella muchas formas: Figuras de animales y plantas, rostros que se transforman, objetos materiales. Pero esos animales, plantas, rostros y objetos no están en la nube, sino en el hombre, que proyecta sus imágenes interiores en todo lo que se detiene a observar y analizar con demasiado detenimiento. Cuando sopla el viento y la nube se desvanece, entonces este hombre puede divisar un cielo limpio y sin formas.

Los libros sagrados son como nubes: Animan al ser humano a levantar la vista al cielo en busca de la divinidad, pero, hasta que las nubes de luces y sombras no se hayan disipado, es imposible llegar a comprender el verdadero sentido de la divinidad. Conocer la Biblia no es conocer a Dios, conocer a Dios no implica necesariamente conocer la Biblia. Dios es como ese Cielo limpio y sin formas, donde no cabe proyectar imágenes subjetivas, porque sólo es pura Luz, sin sombras por las que aprehenderlo.

Las palabras del lenguaje no son sino símbolos, y los símbolos son formas, vacías de por sí, que se concatenan para mover el entendimiento. Por medio de la comunicación, las palabras adquieren contenido en la persona que las escucha. El verdadero contenido espiritual de las palabras está en el ser humano, no en las palabras mismas. Estudiando y analizando minuciosamente un libro sagrado se pueden llegar a conclusiones muy alejadas de la intención del que las pronunció y de la Verdad del que las inspiró.

El hombre primero tiene que comprender que no existe otra Verdad divina que aquélla que él mismo sea capaz de descubrir en su interior. Luego podrá leer y estudiar libros sagrados, que le ayudarán a expandir la conciencia de la divinidad que, de una manera inefable, se ha encendido en su corazón. Los libros sagrados no son para descubrir cosas insólitas y nuevas, sino que enriquecen en la resonancia: en el hecho de establecer una comunión con otras personas que antes habían sentido y comprendido las mismas cosas.

La Biblia traza un Camino de salvación lleno de simbolismos que pueden ser muy elocuentes para aquél que quiera lanzarse a recorrer este mismo Camino desde el mundo hasta Dios. Todos los que han conseguido atravesar los obstáculos de este Camino pueden, con su experiencia y con su Amor, apoyar al que comienza a recorrerlo. Pero, en definitiva, este Camino ha de descubrirlo cada hombre con el único apoyo de su fe en el Amor de Dios, en el Espíritu de la Verdad que envió Jesucristo tras su resurrección.

El Camino de salvación queda completamente destruido en el intento racional de asfaltarlo y señalizarlo, esto es anular toda posibilidad de alcanzar el Reino. La ideología religiosa resultante de concienzudos estudios sobre libros sagrados son “técnicas de salvación”: son del mundo y no pueden sacar a nadie de él. Las leyes impuestas desde la razón son orejeras de conductismo espiritual, mutilan la capacidad del ser humano para llegar a fundirse plenamente con el Cristo y hacerse uno en Él.

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