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13/06/2006

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el Reino

texto 2

Yo camino hacia el horizonte y puedo avanzar con mayor o menor rapidez, pero el horizonte siempre estará igualmente lejos. La plenitud del Reino es el horizonte, pero no es en el horizonte donde está el Reino, sino que está dentro de mí. Cuando avanzo, el Reino se manifiesta en mi interior, cuando me detengo, se desdibuja y se vuelve opaco.
Ante un obstáculo no hay que obstinarse en derribarlo. En realidad si hacia delante no hay posibilidad de continuar, tal vez a un lado pueda ver el horizonte otra vez, el mismo que estaba delante. Girando realmente no cambio de objetivo sino que continúo, porque no existe ninguna diferencia de valor entre el horizonte que diviso a mi izquierda y el que diviso a mi derecha. Aunque según las apariencias no avanzo en una dirección determinada, mi Camino siempre es recto, no se desvía ni un milímetro.

El viento no necesita un motivo para girar, ni pierde su razón de ser por el hecho de cambiar de dirección. Por eso nadie sabe de dónde viene ni a dónde va. Sin embargo si el viento se detuviera dejaría inmediatamente de ser viento.
El hombre renacido en el Espíritu es libre porque nunca se detiene. La Fuerza del Espíritu empuja desde el interior, y no existe territorio en el cosmos que no sea obra del Padre, ni existe ser en el universo que no haya sido llamado a la Unidad. Por eso el Reino se escapa de entre los dedos de las manos del hombre que lo quiere asir. La Fuerza del Espíritu nunca se equivoca, aunque lleve a girar hasta formar un huracán.
Los que creen haber descubierto un sistema para elevarse en el espíritu y alcanzar a Dios, ésos han construido otra escalera más para subir a la torre de Babel.

Las mayores contradicciones son las puertas de un Nuevo Mundo. Lo que no se contradice siempre queda dentro de la prisión, por eso no se contradice.
La única sinceridad que no provoca un conflicto es la sinceridad de los autómatas. No existe llamada a la Paz que no sea fuego que encienda la llama de la guerra, porque la sinceridad que sacrifica la Verdad para mantener el orden es la del temor a la muerte.
Cuando el niño es demasiado niño y siempre dice la verdad, entonces se le educa para que aprenda que existen muchas cosas no deben decirse. El segundo paso es hacerle creer que no solamente no deben decirse, sino que esas cosas ni siquiera son verdad. Entonces se elabora otra verdad más conveniente y finalmente aparecen los soldados, héroes que dan la vida por defender las verdades fabricadas por los hombres.

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