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25/06/2006

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el Reino

texto 7

No es bueno ofrecer las perlas a los cerdos ni es bueno que los misterios del Reino caigan en manos del vulgo, sin embargo no existe ningún peligro en expresar estos misterios pues el hombre esclavo de la razón jamás llegará a comprender nada por muy claro que se le diga. La Verdad la oculta Dios en el lugar más visible, para que sólo los que sean capaces de abrir los ojos como los abre un niño, puedan verla. Para poder ver las cosas, el niño no necesita apoyarse en ningún sistema coherente de ideas, por eso puede llegar a ver cosas más grandes que él mismo. El hombre prudente no.

Yo no digo todo lo que sé, porque mi sabiduría no está en mí, sino que está en el lugar en el que yo me encuentro. La tomo y la expreso, y luego la dejo donde estaba. No la memorizo ni intento generar un sistema coherente de ideas. Si lo hiciera, esa sabiduría sería mía, y, por lo tanto, tan pequeña como mi inteligencia, tan mezquina como mi capacidad de razonar. Sin embargo, no haciendo acopio de ideas sino desposeyéndome de todo, todo lo poseo porque todo está a mi alcance. En el ámbito del espíritu cada cosa ocupa su sitio, lo importante no es lo que se tiene sino dónde se está.

Yo conozco el fundamento de mis palabras, y la fuerza con la que son lanzadas, pero no sé qué objetivo persiguen. Las ideas generadas por el hombre necesitan ser alimentadas y empujadas para que encuentren aceptación. Si no encuentran acogida, se desvanecen como si nunca hubiesen existido, pero es que, incluso aunque hayan conseguido infiltrarse en la sociedad, se corrompen hasta que mueren. Sin embargo las ideas que son expresión de la Verdad divina tienen vida propia, no es necesario apoyarlas, porque ellas mismas alcanzan su objetivo incluso en contra de la voluntad humana.

Un hombre hace dentro de su propia casa un mundo perfecto, de limpieza de orden y de abundancia. En la calle otros seres humanos se arrastran buscando ayuda, pero para él esto no es importante, pues su mundo está bien protegido, y los problemas de los demás no le incumben. El que es insolidario en un aspecto de su vida, lo es en todos. Para el que ha hecho de su casa una torre de marfil, también hará de su mente un búnker que se ordena según una coherencia mezquina que excluye la mayor parte de la verdad. Pero él se complace en decir que todo lo que queda fuera de su mente no es sino fantasía.

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