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11/06/2006

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las Bodas

texto 1

A partir de la unión de los sexos se forma la pareja, luego la familia y por último la sociedad. La unión de los sexos no es un aspecto secundario del ser humano, un aspecto que sea posible dejar a un lado para preocuparse por otras cosas más importantes. La sexualidad impregna al ser humano desde lo más superficial del cuerpo hasta lo más profundo del espíritu, y el vacío de la ausencia del otro sexo es el que impulsa al hombre a la búsqueda, incluso a la búsqueda espiritual, incluso a la búsqueda de la trascendencia más sublime.
El hombre queda atrapado en la sociedad precisamente a causa de su sexualidad. Por no perder la posibilidad de encontrar la plenitud en la unión con el otro sexo, el hombre renuncia a la libertad original, y es capaz de aceptar muchos condicionantes.

El hombre renacido en el Espíritu sigue sintiendo el vacío de la sexualidad insatisfecha igual que cualquier otro ser humano, pero este vacío ya no le obliga a someterse, sino que le permite llenarse de sabiduría y lanzarse a empresas de envergadura.
Ni siquiera la pareja puede apagar absolutamente el vacío interior del ser humano. La sublimación de la sexualidad no es tanto el hecho de no satisfacerla como el de ser capaz de tomar conciencia de su sentido trascendente.
La sexualidad encierra el misterio de la vida, del Amor, y del impulso en el Camino que lleva a la Vida eterna. El símbolo de la alianza entre Dios y la humanidad es un símbolo matrimonial, y no existe otro símil más preciso para describir la plenitud del Reino que el del enamoramiento más apasionado que nunca se tropieza con la decepción.

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