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03/08/2006

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las Bodas

texto 5

El hombre maduro que ha conseguido el perfecto control de sus emociones, ése es un mutilado, porque nadie que esté completo se puede controlar totalmente a sí mismo. Sólo el que haya ido matando poco a poco las manifestaciones espontáneas de su ser habrá conseguido poner su mente en el trono del poder de sí mismo. Habrá hecho de sí un reino desolado, con más soldados que campesinos, con más policías que ciudadanos. El Cristo no llama al hombre a controlarse a sí mismo mutilando su vitalidad original, sino a poner toda esa vitalidad al servicio de su causa. Y la causa del Cristo no es otra que la causa del Amor: La Justicia del Reino, la Dignidad del hijo de Dios, la Solidaridad como la sublime expresión del verdadero Amor.

El amor viejo es el que analiza antes de sentir, que razona antes de entregar, que mide antes de expresar. El amor joven es el amor espontáneo que no persigue ninguna finalidad, que carece de prejuicios sociales y legales, que se deja entusiasmar por la belleza que observa, sin que las formas le impidan penetrar en la belleza profunda, y sin que la profundidad le impida recrearse en la alegría de las formas. El Amor de Dios es como el amor joven, es espontáneo porque no premedita ningún interés, no prejuzga porque no discrimina a justos de injustos, se recrea en la belleza y la genera en el propio acto de Amor, haciendo profunda la belleza del exterior, y sacando hasta el exterior de las formas la belleza que permanecía oculta.

Aquél que se refugia en la religiosidad debe observar leyes, y las leyes le obligan a mutilarse continuamente porque de su espontaneidad brotan frutos malos. Pero aquél que pasa por encima de la religiosidad y busca al Cristo, ése no tiene que mutilarse, porque el Agua de la Vida mana de su interior como un torrente de caudal inmenso. Ése ve como de su espontaneidad brota siempre el fruto bueno, y no se reconoce a sí mismo como verdadero artífice de la realidad que genera, sino que toma conciencia de que se ha convertido en vehículo de una Fuerza superior. El hombre renacido en el Espíritu no da fruto bueno porque él sea bueno, sino porque se ha deshecho de sí mismo y ha dejado que el Cristo se exprese a través de él.

El Jesús transfigurado es el Cristo enamorado. Las leyes obligan al ser humano a renunciar a su divinidad mutilando muchas expresiones espontáneas de amor. La plenitud de las promesas no está en la perfecta mutilación, sino en la perfecta libertad donde toda expresión de amor sea limpia. El Amor del Padre culmina en el Amor del Cristo enamorado: En el Amor del Padre el ser humano encuentra cobijo y protección, pero es en el Cristo enamorado donde la ley termina y comienza el Reino: Las Bodas donde el Esposo toma a la esposa para una unión fértil en un enamoramiento perfecto que no conoce la decepción. Nadie puede amar con Amor limpio si no es en el Cristo; ni, en el Cristo, hay amor humano que no sea imagen del misterio de la salvación.

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