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10/10/2006

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las Bodas

texto 8

Al principio, el ser humano vive amando y olvidando, se complace en sentirse querido y también se complace en sentirse rechazado. Pero llega un momento en el que ya no sabe olvidar, y aún queriendo aplastar un sentimiento, éste vuelve a brotar, con más fuerza. Entonces se detiene. Cuando un sentimiento ha enraizado en lo profundo del ser, intentar matarlo es destruirse a sí mismo. La liberación sería el camino fácil, lleno de brotes de nuevas ilusiones, y la lucha el camino difícil, lleno de tropiezos de frustración, pero ahora ya la lucha es el único medio por el que se puede llegar a la libertad.

Lo grande y lo pequeño caminan juntos y no se pueden separar. Todo lo que sucede en la tierra es reflejo de lo que sucede en el Cielo, y ningún acontecimiento pequeño pasa desapercibido en la historia del cosmos. El ser humano no puede acceder a la comprensión de lo eterno si antes no ha conseguido comprender el significado de las cosas humanas. El amor humano no existiría si no existiera el Amor divino pues comparte la misma sustancia. No se puede ser fiel a una causa eterna si primero no se ha sido fiel en el amor humano. Sólo entonces todo adquiere sentido pleno.

El verdadero siervo de una causa eterna no lucha porque sea libre, sino que encuentra su Libertad en la lucha misma. Ya no hay vuelta atrás, cuando el Amor del Origen ha enraizado en el corazón de un hombre, ni siquiera la muerte llega a ser un obstáculo suficientemente grande como para abandonar la lucha. Cada frustración fuerza a una nueva búsqueda, y aunque tenga que romper dentro de sí los tesoros ideológicos más preciados, el hombre no descansa hasta haber descubierto una nueva salida, un nuevo sendero hacia el reencuentro, hasta no haber resucitado una ilusión muerta.

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