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Yo voy al pozo a beber agua, y sé que mañana voy a tener sed otra vez y que volveré a por más agua. Sólo después muerto dejaré de acudir al pozo. No es malo beber el agua del pozo para saciar la sed del cuerpo, lo malo es cuando se pretende saciar la sed del espíritu con el agua del pozo. Entonces nos encontramos con la mujer que ha tenido cinco maridos o el hombre que ha tenido cinco esposas, y cada vez está más vacío. Se muere, porque el espíritu sólo se puede alimentar de espíritu.
La ilusión es fantasía sólo cuando el ser humano renuncia a su independencia interior y pone toda su razón de ser en las cosas caducas. Pero las pequeñas ilusiones que llegan cada día son como el maná del desierto: Hay que vivirlas con honestidad y no guardarlas como si fuesen tesoros, porque entonces se pudren, y se convierten en alimento que, en lugar de dar fuerzas para caminar, mata al ser humano encerrándolo dentro de la ficción de sus anhelos frustrados.
Ningún ser humano puede amar con su propio amor, porque no existe amor verdadero que pueda ser fabricado por el hombre, sino que todo amor, grande o pequeño, viene del Cielo. Es parte del Amor de Dios. Cuando el cristiano ama, realmente hace presente a Dios, porque no está ofreciendo nada que sea realmente suyo, sino que está sirviendo de conducto a la expansión del Amor divino. El único sentido de la ley es permitir el paso del Amor, por eso cumplir la ley plenamente es amar hasta dar la vida.
Pequeñas ilusiones. Ese amigo que me muestra su aprecio, esa mujer que me mira con ternura, esa familia que se preocupa por mí, ése es el maná que Dios me ofrece en mi paso por este desierto. No puedo apropiarme de ello, ni puede ser alimento para mi espíritu, pero sirve para recordarme desde el exterior la Verdad que vivo en mi interior: El Agua de la Vida que se abre paso a través de mí, y que todo lo hace renacer. Mi espíritu ya no tiene sed, por eso las pequeñas ilusiones son el mayor regalo.
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