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16/10/2006

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sabiduría

texto 10

Tanto más poder tiene un hombre en el mundo, tanta menos libertad. El dinero y el poder son verdaderos tiranos que se resisten a morir, y para ello toman posesión del corazón del ser humano. El hombre adinerado y poderoso cree que actúa libremente, pero en realidad es un títere del déspota que ha alojado en su interior. El poder, con tal de sobrevivir, es capaz de endiosar al poderoso, que se llega a creer protagonista de los asuntos decisivos de las naciones cuando en realidad es un pelele que vive al servicio del verdadero dueño. ¿Por qué los ricos y poderosos actúan siempre de la misma manera y cometen exactamente los mismos errores, errores evidentes y gravísimos, a los ojos del mundo? Porque son esclavos del mismo amo.

Tanto menos poder tiene un hombre en el mundo, tanta más libertad. Y sólo desde la libertad es posible dirigir el rumbo de la historia por los caminos de la Justicia. Las decisiones tomadas desde la cumbre del poder no son más que las consecuencias de lo que se ha generado dentro, en lo más insignificante de la sociedad donde no existe poder alguno. Los grandes obedecen el decurso de la historia, los pequeños lo generan desde su simiente. Los grandes dicen, como si lo decidieran ellos mismos, lo que en realidad ya está escrito en el propio proceso evolutivo del organismo social, pero los pequeños escriben desde su libertad en el papel blanco de la historia que aún no ha sucedido. Los poderosos luchan contra las ramas del árbol, los pequeños ponen la semilla en tierra.

Más que buscar las cosas trascendentes y dejar a un lado todo lo que sea vano, se trata de encontrar la dimensión trascendente de cada cosa. Éste es el principio de la recapitulación de todas las cosas en el Cristo. Aquello que se subestima por su pequeñez y se deja a un lado, ése es el escondrijo que el déspota aprovecha para poner su simiente, y que luego brota, se levanta y aplasta todos los ideales nobles que se habían intentado edificar. La exclusión de lo pequeño es el síntoma más claro de la estupidez humana, siempre disfrazada de falsa dignidad y de falsa responsabilidad. El hombre que aspira a encontrar lo sublime ama lo pequeño y desprecia lo grande, se extasía del amor que se le escapa de las manos, y desprecia el amor por aquello que le encumbra.

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16/10/2006

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