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31/07/2007

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Eucaristía

texto 11

El dios construido desde la razón, desde la razón será destruido. No existe ningún razonamiento irrefutable. Los filósofos niegan y afirman la existencia de un dios, y ni unos ni otros están más cerca o más lejos de la verdad, porque nada de lo que construyan enlazando ideas tiene peso específico, es sólo un juego de ideologías.
El dios anclado a los acontecimientos históricos es el dios de la anacronía. Los acontecimientos del pasado pueden dar significado a los acontecimientos del presente, pero no pueden reemplazarlos. El presente es de los vivos, el dios anclado en los acontecimientos de la historia no es el Dios de los vivos, sino que es un dios de muertos.

El dios sujeto a una creencia no es el Dios Origen del hombre, sino el dios originado por él. La fe mantiene al hombre, pero la creencia es mantenida por el hombre en su voluntad. Una creencia sin fe es una obstinación. Los que se encierran en creencias necesitan agruparse y aislarse para preservar sus ideas de la totalidad de la realidad.
Ésos son los que sitúan el mal fuera de las fronteras de sus correligionarios, los que incluyen o excluyen sobre la base del pensamiento independientemente de la realidad del ser. El dios de las creencias es el dios de la ortodoxia, es el dios que confiere el derecho a encumbrar a unos hombres, y a juzgar y a condenar a otros por sus ideas.

El único Dios que no puede ser cuestionado es el Dios del Testimonio. Al margen de ideas y de relatos históricos, el Testimonio es la auténtica manifestación de la realidad. El Testimonio es y no puede dejar de ser aunque todas las ideas implantadas y asumidas estuvieran en su contra, aunque no existiera ningún relato histórico que lo respaldara.
El verdadero Cristo es el Testigo de la Verdad. Y la Verdad no es un conjunto de ideas, sino un Testimonio verdadero, una realidad viva e incuestionable, por encima de cualquier análisis racional, por encima de cualquier referencia histórica. Sólo en el Cristo es posible hablar de verdadera fe en oposición a creencias impuestas y asumidas.

Las religiones pueden cumplir un papel muy importante dentro de la sociedad, pueden guardar e inculcar valores que sirvan de contrapeso al proceso de decadencia de todo sistema social, cuya tendencia natural es la de traspasar los límites de la justicia y la dignidad humanas, pero la realidad del Cristo no es una religión sino un Testimonio.
Las religiones tienen su fundamento en las creencias, respaldadas por la razón, apoyadas en acontecimientos históricos. Unos hombres se destacan sobre otros para preservar la pureza de estas creencias, y todos los demás se les someten. El dios de las religiones es frágil, tanto más se le intenta afianzar, tanto más vulnerable se vuelve ante la realidad.

El testimonio pasivo es aquél en el que se relatan las maravillas que Dios ha hecho en los hombres que han puesto en Él su confianza. Pero este testimonio no deja de ser un hecho meramente religioso hasta que no pasa a ser Testimonio activo: La renuncia a la propia vida y su entrega por Amor, que es donde únicamente asoma el rostro divino.
El símbolo de la eucaristía es muy elocuente: El Cristo no es ese dios colgado en lo alto de un altar para ser adorado como algo externo al ser humano, sino que el Cristo es la divinidad que debe ser integrada en lo profundo del ser del hombre. Comer el cuerpo de Cristo es encarnarlo, beber su sangre es lanzarse a dar ese Testimonio verdadero.

Las religiones pueden llamarse cristianas cuando intentan inculcar valores extraídos de las enseñanzas de Jesucristo, pero nunca jamás podrán llamarse a sí mismas “iglesia verdadera”, porque la Iglesia verdadera no es una religión de jefes y subordinados, sino la presencia real del Cristo en cada uno de los hombres sin sometimiento mutuo alguno.
Cuando las religiones cristianas asumen un papel que no les corresponde pretendiendo ser trasmisoras de una Verdad que no poseen, por mucho que intenten inculcar en el pueblo los valores de Jesucristo, no estarán recogiendo con Él sino esparciendo. Alejan del mundo la presencia de Dios, ahuyentan al Espíritu, cierran las puertas del Reino.

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31/07/2007

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