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02/01/2007

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Testimonio

texto 5

Una carnada siempre esconde un anzuelo. El anzuelo va atado a un hilo que se estira hasta el extremo de una caña. Al otro extremo de la caña está el pescador.
En el cesto del pescador sólo hay muerte, pero la carnada aparenta vida, porque se exhibe apetitosa. El pescador muestra la vida para llevar a la muerte.
Los que descubren el engaño delatan el anzuelo, idean maneras para cortar el hilo, planean estrategias para quebrar la caña, pero nadie mira al pescador.
El pescador está sentado, con su sombrero, y sonríe de satisfacción. Saluda a la gente cortesmente y espera vigilando el movimiento de la caña. Y nada más.
Pero lo que está sumergido y expuesto es la carnada, que no sabe verdaderamente quién la puso allí y que piensa que está luchando y sacrificándose por una causa justa.
No intentes doblar el anzuelo, no sea que el pescador piense que ha capturado su presa, tire de la caña, y finalmente resultes verdaderamente atrapado por él.
No cortes el hilo, porque entonces el pescador pondrá un hilo más fuerte, una carnada más disimulada, y, creyendo haberlo vencido, te acabe venciendo él a ti.
No quiebres su caña, porque pondrá una caña más robusta, junto con el hilo más recio y la carnada más apetitosa, y entonces tal vez ya no puedas luchar contra él.
Deja la carnada, deja el hilo, deja la caña, y vete a por el pescador. Prudente como una serpiente, deslízate por el agua, sube hasta la orilla y acércate hasta él.

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