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04/01/2007

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Testimonio

texto 6

Pobre de aquél que necesite del interés de los demás para sentirse vivo, que los busca para condicionarlos con el poder de su ingenio. Porque cuando la verdad de las miserias humanas salga a la luz, todos los dominadores deberán soportar la humillación de ser despojados de sus posesiones, y, los que habían sido esclavizados, ésos serán liberados.
Dichoso aquél que busca el interés de los demás para beneficiarlos, para poder ejercer la generosidad, para liberarlos con su amor. Porque cuando la verdad de las miserias humanas salga a la luz, los generosos recuperarán, multiplicado por cien, todo lo que habían donado, pero los que recibieron sin mostrar gratitud, ésos perderán todo lo que se le obsequió e incluso perderán lo que habían ganado con su propio esfuerzo.
El que sólo se ocupa de sí mismo es como un estanque en el que el agua no fluye por miedo a consumirse, pasa el tiempo y se vuelve fangoso, finalmente nadie va a beber de él por miedo a enfermarse. El que se ocupa de los demás es como un arroyo: el agua fluye sin temor a consumirse porque sabe que existe un naciente que le alimenta y que nunca se agota. Todos pueden ir a beber de él y siempre encontrarán agua limpia.

Ése que me busca, simulando interés, para condicionarme y así sentirse más importante, ése es transparente ante mis ojos. Cree que sus habilidades, agasajos y desprecios, son un escudo opaco de su realidad interior. Pero no se da cuenta de que su espíritu está desnudo y muestra todas sus vergüenzas, las mismas vergüenzas que las mías, sólo que las mías están a la luz. Ése, pretendiendo atraparme, se convierte en mi esclavo.
El hombre libre es como el viento: Se oye su rumor pero nadie sabe ni de dónde viene ni a dónde va. Porque el hombre libre nunca actúa premeditadamente, ni se deja embelesar por la cáscara de las cosas. Busca a los demás para obsequiarles sin pedirles nada a cambio, y se escurre como el aire entre las manos cuando se le intenta atrapar hiriéndolo en su vanidad. Porque el que no se mira a sí mismo no se enoja con los desprecios, como tampoco se entusiasma con los halagos. El que no se mira a sí mismo sólo es vulnerable a la vulnerabilidad de los demás, sólo es incondicional con la debilidad de quien verdaderamente le necesita, sólo puede ser retenido por aquél que no le entrega la fachada de sus habilidades, sino por aquél que se le entrega a sí mismo.

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04/01/2007

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